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PALABRAS ESCRITAS Nº 2 (edición digital)

PALABRAS  ESCRITAS  Nº  2  (edición digital)

Revista~Libro

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PALABRAS  ESCRITAS

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(Un diálogo entre

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Brasil e Hispanoamérica)

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Dirección editorial: Alejandro Maciel.

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PREFACIO  AL  NÚMERO DOS

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  “Palabras” pasa a llamarse “Palabras Escritas” desde este segundo número. El cuerpo es el mismo, el espíritu también y como Wittgenstein decía que “el nombre es la cosa” necesitamos explicar que ya existen unas diez publicaciones con el mismo nombre, según nos lo ha revelado Internet. La homonimia genera confusión y la confusión, caos. No queremos colaborar con los enemigos de Dios que, según dicen los escritos sagrados, ha venido a poner orden al caos. “Eritis sicut dii” (seréis como dioses) dijo la serpiente a Eva y Adán; y desde entonces el don de la palabra nos ha convertido lentamente en pequeños dioses perversos; tal vez la misma palabra podrá redimirnos en el futuro, salvándonos de nosotros mismos primero y de nuestros dirigentes políticos después. Este difícil camino hacia la integración es como un andar cuesta arriba arrastrando la piedra de Sísifo de la desconfianza, los recelos, los prejuicios que brotan como cardos y el pesimismo latinoamericano añejado en siglos. Hemos aceptado con resignación esta situación crónica de desconocimiento mutuo. La geografía y la historia no nos ayudan. Pero hay que seguir. El sentido común que tanto escasea en la comunidad nos dice que estamos en el sendero indicado. Todo apunta hacia un futuro de diálogo entre nuestros pueblos, basado en el reconocimiento real de cada uno de nosotros como habitantes de un continente desconocido y enigmático, donde las ideas políticas y sociales de la civilización han recibido cristiana sepultura casi antes de nacer. Latinoamérica fue tierra de guerras durante la mayor parte de los siglos XVIII y XIX y hasta mediados del pasado siglo algunos países todavía disputaban cuestiones de límites con bombas y metrallas. Durante el largo invierno de la Guerra Fría, las dictaduras militares se encargaron de caldear el ambiente y nuestros modernos próceres fusilaban a conciudadanos desarmados realizando las “proezas heroicas” de una épica fuera de época. No resulta nada extraño que cada cual haya optado por arrinconarse en el sitio que consideraba más seguro y a resguardo de la intrusión del otro, que se ha visto históricamente como amenazante e inseguro. Afortunadamente, la tan mentada y mentida globalización al menos consiguió diluir las claustromanías nacionales. Creo honestamente que tomamos durante mucho tiempo demasiado en serio los mapas geopolíticos que no son más que dibujos trazados por aburridos militares del siglo XIX en sus momentos de ocio. Pero esas fronteras sagradas han sido atravesadas de uno y otro lado por la gente, que tiene la malsana costumbre de no quedarse en su sitio ni consultar las cartografías antes de avanzar. Migraciones externas e internas están dando por el traste con las fronteras y el único mapa que prevalece es el de las aduanas y los puestos de control de las gendarmerías. El diálogo entre Brasil y el resto de Hispanoamérica se hace imprescindible; más aún cuando la administración pública de Brasil ha oficializado el español como segunda lengua en la enseñanza. Esto implica mucho, tanto en el orden simbólico como en el rotundo orden de lo real en el que tanta fe depositan nuestros modernos pragmatistas. Hay señales para todos y sin embargo el proceso de integración cultural no ha ganado aceleración como esperábamos. Palabras Escritas es una piedra más para la reconstrucción de la torre de la nueva Babel donde las lenguas que huyeron cada una por su lado con la divina maldición, vuelvan a encontrarse para el diálogo que fue suspendido durante aquel trance en el que Dios habló y los demás enmudecimos. Algo habremos aprendido después de al menos tres mil años.

Alejandro Maciel, julio 2006.  

Este Nº 2 puede leerse íntegramente en:

http://palabras2008.blogspot.com/

La eternidad, según John Milton.

La eternidad, según John Milton.

LA ETERNIDAD EFÍMERA

 DEL ÁNGEL RENEGADO

(Sobre una lectura de John Milton)

Pensemos en la Inglaterra de Cromwell donde pierde la vista un hombre a los 44 años de edad creyendo con la sinceridad de un puritano practicante que las tinieblas son el precio de una vida disipada en los placeres terrenales como escribir literatura que es hacer belleza y eso está destinado exclusivamente a Dios. La arrogancia del poeta que quiere instalar la luz en la oscura conciencia humana se castiga con la oscuridad perpetua en la tierra. La lectura de Virgilio y Horacio serán desde entonces las teas que guiarán la turbidez del sendero perdido y recuperado de la poesía como sus “Paraísos”.La égloga pagana es transcripta en tono sagrado y bucólico convirtiéndose al puritanismo del hombre ciego que dicta palabras a su hija a la luz de una alcuza en la doble noche que lo envuelve. Antes de la ceguera que lo atacó por 1950 había redactado demandas, oficios y documentos diplomáticos como Secretario del Consejo de Estado. En 1660 la Restauración lo envía a prisión y ordena la quema de sus escritos. Podemos imaginar la decepción, el amargo sabor de la injusticia, el desencanto del puritano que había entregado todo a la política, que es nada. Hasta entonces había creído que su talento no debía desperdiciarse en fantasías literarias. Redactando una defensa de la Causa Anglicana descubrió su ceguera; en ese tenebroso mundo de vacío azul recuperó de la memoria los ecos de aquellos sonidos amados de la poesía y detrás de ese encanto decidió salvarse recuperando el pasado. La muerte de un amigo durante una travesía marina en el arisco Mar del Norte sirvió de acicate y en un doble homenaje a su maestro Virgilio cambió el nombre de Edgard King, su amigo fallecido, por el del pastor Lycidas de la égloga virgiliana tal vez pensando que el homenaje no necesita nombres propios ya que todos vamos a morir. Plugo a los dioses no tener que reiterarlo pero nuevamente advierto a quien está leyendo que soy un apéndice de un aracnoidoma. Nunca tuve la menor capacidad de aprender lenguas y he fracasado tanto con el inglés como con el valón y el chino mandarín. Pero esta discapacidad no ha sido obstáculo para tratar de reconstruir en estos tiempos de la deconstrucción la elegía de Milton. Recurrí a tres traducciones en español y una en italiano. Con temeraria tenacidad emprendo esta descarada tarea de presentarles mi versión libre de prejuicios:   

                              LYCIDAS

Nuevamente oh, laureles, nuevamente, 

turbio mirto, hiedra verdecida,

debo arrancar la fruta áspera y cruda

y, con mis manos duras,estrujar el follaje,

antes que el tiempole dé la madurez henchida.

Amarga es la ocasión, y dolorida

que me incita a quebrar vuestro verdor.

¡Ha muerto Lycidas, se hundió en el esplendor

Un hombre que un igual no deja en vida!

¿Quién dejaría de cantarle? Así como sus versos soberanos cantó con tal pasión

como su sombra que ahora flota

sobre el sepulcro acuoso.  

En la profunda oscuridad de la ceguera John Milton se reencontró con la belleza de la que había huido durante toda su vida animado por la iconoclastia de la Reforma que veía en la estética un reflejo de la idolatría de Satanás cuyo mayor crimen había sido la soberbia de querer imitar a su Creador. Idolatría detestable a Lucero, intolerable a Calvino y herética para Ulrico Zwinglio.

En Milton luchan el puritano de Cromwell que intuye la profanación y el humanista pagano que no olvida la música de Virgilio, como Dante que la persigue hasta el trasmundo de la muerte. Extrae del tesoro de los clásicos la forma pero sabe que la exaltación mitológica y panteísta ha cambiado de religión y debe buscar entre los toscos símbolos judeocristianos el andamiaje que necesita para levantar la catedral de palabras. ¿Qué verbos, qué adjetivos, qué sintaxis le servirán de materia? La Versión Autorizada de la Biblia de 1611 oficia de diccionario y devocionario de inglés para Milton, Melville y Faulkner. En algún escrito, Milton llama a la ceguera “cárcel del alma”; no olvidemos por favor que Milton ha vivido la vejación del calabozo y entonces surge la comparación implícita: el cuerpo del ciego inundado de penumbras es para el espíritu (que siempre busca la luz) una carencia, como lo es la cárcel (privación de libertad) para el cuerpo. No queriendo inspirarse compasión a sí mismo, Milton, ciego, escribe una poesía a la ceguera. Nuevamente mi intromisión ha logrado “reconstruir” los versos usando ladrillos ajenos.

Cuando pienso que mi luz se ha terminado

Y que la noche viene antes del mediodía

Y que tengo escondida esta moneda mía,

Todo en mí está perdido aunque mi alma

A Dios se vuelva de rodillas, renegando

De culpas y rogando Su perdón.

Pregunté: “¿Qué tarea Él me envíaSi me niega luz?”

Paciencia, pacienteContestó:

“No precisa el Creador

Obsequios ni faenas. Quien mejor

Se ajusta a su yugo, más le sirve.

Tan inmenso es su plan que si al llamar

Miles y miles de obreros se apresuran

Igual le sirve quien tranquilo espera. 

Pero, ¿qué tendrá que ver todo esto con la eternidad? No hay poeta que en algún trance no tropiece con el enigma del tiempo que transcurre o el imaginario fijo que lo intimide y Milton no podía quedar atrás. En la elegía a Lycidas después de festejar las bondades de la naturaleza, los campos, las flores, el moscardón y la solana tal como lo hiciera Rubén Darío en su “Responso a Verlaine” el poeta ciego advierte:

Mas, ay, oh indigno cambio, que eres pasado

Pasado eres y nunca has de retornar.

¡Por ti, Pastor, por ti las cuevas yermas,

De tomillo y de inquieta vid cubiertas,

Los árboles y el eco, por ti lamentarán!

Fatal como el gusano es a las rosas,

O la helada a las flores

Es al oído del pastor afligido,

¡Oh Lycidas, tu muerte dolorosa!

La Fama nos incita A vivir cada día, diligentes.

Más cuando creímos hallar la deseada

Recompensa divina como la luz gloriosa

La ciega Furia con tijera odiosa,

El hilo tenue corta de la vida.

Unos versos más adelante Milton propone un enigma; no he leído mucha crítica referida a Lycidas aunque debo suponer que será tan abundante que lo que mi ignorancia plantea como enigma miríadas de esfinges ya lo habrán resuelto ha tiempo. Recordemos que la elegía está dedicada a un amigo ahogado en el mar. Milton se refiere a un piloto del lago galileo que lleva dos pesadas llaves, una de oro, que abre y otra de hierro, que cierra inexorablemente. Tienta pensar que se refiere a Cristo pero dando un nuevo giro es mejor asociar esta imagen con Simón Pedro que era pescador del lago Tiberíades y a quien le fueron otorgadas las llaves del Reino de los Cielos: “Yo te daré las llaves del Reino, todo lo que abrieres en la tierra abierto será en los cielos, todo cuanto cerrares en la tierra, cerrado será en el cielo”. Las dos llaves servirían, para abrir a la bienaventuranza la dorada, para cerrar inexorablemente el mundo de la vida, la férrea, que es la que chirrió cuando Lycidas-Edward King se hundió en el seno del mar. Habrá advertido quien lee estos tristes escolios míos detrás de la maravillosa poesía de Milton (que aún travestida por mi torpeza consigue abrirse paso) que el poeta recurre a las Parcas (o Furias) y no hesita antes de usar el símbolo pagano porque la imagen de las tijeras fúnebres que indolentemente empuña una vieja macabra sobrepasa cualquier figura de la muerte del repertorio judeocristiano. Átropos es, para Milton, sinécdoque de la muerte, que es metonimia del aquietamiento de los días, los meses y los años que si mal no recordamos es la definición tortuosa de la eternidad: un reloj atascado para quien el tiempo ha dejado de tener tránsito. Un tiempo muerto.A Lycidas aún le queda el recuerdo que está en el pasado pero sirve de luminosa memoria en los versos del poeta que “fingiendo el consuelo, / juega con el frágil pensamiento / y mitiga el duelo”. A nosotros, pobres lectores, no nos queda nada. Milton ha disuelto la realidad del pasado al transformarlo en literatura. El presente se licua en nuestras manos. El futuro aún  no ha llegado y quien sabe si llegará tal como están las cosas. ¿Qué nos queda enfrente? La eternidad que no es más que nada.  Alejandro Maciel. 2007

DOM PRÓSPERO BOVINO

DOM  PRÓSPERO  BOVINO

Nueva  novela.  "Dom Próspero  Bovino"

He decidido, al fin, un acercamiento a mi propia historia. El hombre, más que un ser social, es un ser histórico.

Argentina 1910, fastos del Centenario arriba el buque "Forza del Destino" al puerto de Buenos Aires, en él viene una familia de inmigrantes de Potenza. La miseria, la peste, las persecusiones políticas y la promesa de L`América feliz de Eldorado empuja a los prófugos a un nuevo destino trazado entre Montevideo, Concordia y Concepción del Uruguay. La desdicha de "Forza del destino" machaca una y otra vez sobre tres familias signadas por la desgracia de una siesta interminable en el fulgor de la tierra prometida.

Alejandro Bovino. 

LA POBREZA LITEARIA DEL CHAMAMÉ / LA ETERNIDAD DEL TANGO

LA IGUALDAD DEL CAOS: LA ETERNIDAD DEL TANGO

1) LA INDIGENCIA LITERARIA DEL CHAMAMÉ

Hemos estado planeando por encima de lo cotidiano. Reconozcamos que no vivimos entre ángeles, metafísicos, ontólogos y teólogos. Nuestro mundo se acomoda más a las trivialidades de una taza de café por las mañanas, el periódico donde se nos puede engañar descaradamente (y conste que pagamos por ello), el trabajo, los domingos por la tarde y las medialunas. Antes de proseguir me gustaría detenerme un momento en la eternidad verbal del tango en contraste con la penuria intelectual de las letras del chamamé que vendría a ser mi identidad geográfica. Nunca alcancé a entender del todo qué es ser correntino y las diferencias intrínsecas que debería exhibir respecto de un afgano, un maorí, un marsellés o un canadiense. Si dejásemos en suspenso fenomenológico el color de la piel, la estatura o el arte culinario poco queda de esa diferencia intrínseca: todos comemos, dormimos, trabajamos para vivir, soñamos y tal vez canturreemos alguna melodía cuando nos sentimos píos o desdichados. Se me opondrá el idioma y allí reconozco que deberíamos detenernos; más allá de los accidentes fonéticos la construcción cultural del idioma delimita y determina el campo semántico que es el continente del universo simbólico; pero entonces, al ser el español mi idioma materno, paterno, el de mi cuñado, tías y parientes en nada debería diferenciarse un correntino de un valenciano, mejicano, dominicano, madrileño o filipino.  Considerando la dimensión del mundo que delimita el lenguaje, quiero recordar una observación que recientemente me vino en sueños. Alguien, entre la bruma de imágenes confusas de una pesadilla me maltrató porque “siendo correntino, escuchaba tangos”. Al despertar, la supuesta traición musical seguía dándome vueltas en la cabeza y como hago siempre en estos casos busco la salida racional para escapar de la prisión de la culpa. ¿Por qué siempre recelé del chamamé, el rasguito doble y el valseado que fueron las músicas que acunaron mi feliz niñez? Me detuve a pensar que salvo excepciones que no hacen sino confirmar la regla, (Teresa Parodi es una de ellas) ¿qué puedo encontrar en el chamamé que proclame y retenga mi débil atención aturdida por el tumor? Repasemos algunas letras de conocidos temas. Una de ellas dice “La vestido celeste todas la llaman y para ella va mi canción” obviamente despierta un nulo interés en mí estas cuestiones cromáticas del vecindario. “En Bañado Norte tengo el rancho que te ofrecí, allí justos los dos, en mi Taragüi, volverá a renacer el cariño que te di”, ahora la ubicación del inmueble parece determinar la felicidad de los enamorados, cosa que me parece estupenda pero en nada me implica, quieran los dioses que sigan felices en cualquier bañado pero honestamente poco me interesan los domicilios de las parejas. Otro tema clásico “en el Puente Pexoa, querida del alma no existe el dolor”. Ignoro qué virtudes analgésicas tendrá el famoso puente pero no conmueve mis sentimientos esta preposición afirmativa de la que por otra parte dudo. Tal vez no exista para el inspirado enamorado pero si alguien con una artritis reumatoidea cruza el Puente Pessoa no creo que deje de sufrir. Por otra parte, según José Carlos, ni jazmineros ni orquídeas en flor, el polvoriento camino rumbo al Puente Pexoa está plagado de malezas y maleantes. Ni el archifamoso Kilómetro 11 se salva de mi iconoclastia correntina. “Sólo hay tristeza y dolor al hallarme lejos de ti, culpable tan solo soy de todo lo que he sufrido por eso es que ahora he venido a implorar tu perdón” es una traducción algo precaria pero que no trastorna del todo el fondo de la misión masoquista que predica el autor. ¿Alguien puede encontrar atractivas estas puerilidades? Tal vez la música se salve a sí misma pero entonces habría que silenciar a los cantantes, lo que no es tan mala idea considerando que uno escuchó alguna vez esos lamentos caninos de las siestas en el programa “Pampa y cielo” que desde su origen traiciona la tradición ya que Corrientes no está en La Pampa. Los letristas del chamamé no parecen haber conocido la poesía y como si fuese en un juego de naipes marcadas, la sortean a cambio de versificaciones visiblemente impostadas como las que acechan detrás del Homenaje a las Malvinas: “la estepa cubre la superficie de este terruño”, nos insta a preguntarnos, ¿entenderá doña Celia, que está sentada bajo un lapacho tomando mate el significado de “estepa”,  “terruño” “pendón” y otras bravuconadas de diccionario Peuser que asesta el autor de estos malogrados versos? Cuando se quiere parecer ingenioso, se recurre a terminología rimbombante porque lo desconocido sirve de ocultación. Para decirlo en otros términos, los malos autores se esconden detrás de palabras difíciles lo que difícilmente los salve de ser malos autores. Por alguna razón que ignoro pero convendría indagar, las letras del chamamé (salvo escasa excepciones) no pasan de ser simples descripciones geográficas, rurales o costumbristas. Veamos la letra de Pedro Di Ciervi “El sancosmeño”. “Señores yo soy / el sancosmeño / un hombre formal / a carta cabal / también servicial / y sin interés” ignoro por qué usar ese lenguaje financiero y crediticio para contarnos algo tan intrascendente pero debo reconocer que E. Duarte lo superó con “El mapa de mi Corrientes” especie de cartografía musical a escala: “Qué cosas lindas tiene mi provincia / Corrientes, Caseros, Goya, Curuzú, / Libres, Virasoro, Loreto, Mercedes, / Concepción, San Cosme, Cofre, Yapeyú…” en esta enumeración agota el  mapa de Corrientes en una lección de geografía inesperada para una peña. En “El dominguero” Oscar Valles reitera el recurso pero esta vez describiendo minuciosamente la indumentaria del hombre de campo como en una propaganda de los viejos almacenes de ramos generales: “Me voy pal pueblo con mi pilcha dominguera / camisa blanca, bombacha negra, / de alpargatas (sic), faja roja corralera / haciendo juego con mi cinto e`yacaré. / Allí me espera mi guainita enamorada / pollera verde, blusa floreada” y para no seguir martirizando al lector con estas proezas geográficas, textiles y castrenses (demasiados chamamés glorifican nuestras malogradas militadas comparándolas con las campañas de la Independencia) me limito a citar algunos títulos de letras que desaconsejan el resto de la cantata:1) Quiero casarme con vos. 2) Retorno chamamecero. 3) Quiero calmar mis antojos. 4) Si te digo que no te extraño, te miento. 5) Tenés otro dueño pero igual te quiero. 6) Te deseo mucho y eres mi amiga 7) Te quiero mucho pero no te perdono. ¿No nos recuerdan estas frases los mensajes que nuestros adolescentes  envían a través del chat o el celular? ¿No soy igualmente anodinas, simplificadas convencionales y vacías? ¿No suenan a impostura? Con razón don Isaco Abitbol recelaba de las letras y se dedicaba a fondo a la música, igual que don Tránsito, E. Montiel y los grandes fundadores del chamamé. Pocas veces cometieron la imprudencia de hacer lo que sospechaban que no sabrían resolver con la misma solvencia con la que componían sus músicas. Desgraciadamente delegaban el trabajo de escribir en amanuenses alquilados, y es sintomático que poesía y música pocas veces se hayan dado la mano en Corrientes. No he escuchado temas de David Martínez, Gordiola Niella, Odín Fleitas y tantos otros poetas con oficio con música de los grandes maestros. Miro el Brasil y el panorama es totalmente diferente; de hecho, en los bares de Río se juntaban músicos y poetas y de allí nació la bossa nova. Que con palabras simples va más allá de los atuendos, los puentes milagrosos y la toponimia. Plugo a los dioses que ese milagro se produzca de una vez en Corrientes para bien de la música, de la poesía y del pensamiento de la gente que de la trivialización se invite a pensar con profundidad el sitio que ocupa en el universo. Alejandro Maciel. Los movimientos del arte.El escritor naturalmente tiende a reproducir en palabras lo que observa en su mundo; este movimiento natural está siempre en los inicios de la expresión. Analizando una letra de chamamé, cualquiera, no se nos pierde de vista este aspecto descriptivo que predomina en casi todas. “En tus veredas, aromas de azahares que perfumaron mi loca juventud” aquí se reúnen memoria y aroma. “En noches primaverales, al reflejo de la luna dibujada en la laguna, cantaba mis madrigales”, “Cuando en verano el jazminero, vuelca su aroma sobre el jardín”, “Los gurises, en la costa qué lindos son, melenita despeinada sonrisa al sol. Puerto Sánchez es un paisaje, donde el cielo azul bajó”, “Oh pago viejo cuánto te añoro, sendero largo camino del arenal, junto al estero del agua mansa”. Sería ocioso continuar esta galería de pueblos descriptos minuciosamente con paciencia forense; cualquiera puede comprobar fácilmente lo que afirmo atendiendo las letras de los temas más conocidos. En un segundo momento de la poesía el paisaje exterior  se refleja en el interior por medio de emociones, sentimientos, evocaciones cargadas de significaciones. Es como si el artista incorporara la geografía o la sociedad en la que vive y nos la devolviera envuelta en su propia visión, rodeada del misterio de lo ajeno. En este segundo plano de la poesía el paisaje deja de ser real para convertirse en un pretexto que sirve al escritor o la escritora para desnudar su mundo interior cargado de ecos y reverberaciones. En letras de canciones más elaboradas se puede leer, por ejemplo, “De allá ité, donde la noche poriahú[1] no tiene penas”. El autor está transformando a través de su mundo interior las palabras con las que quiere describirnos algo inédito de las noches de allá ité (allá lejos). En este otro ejemplo creo que se puede ver más claramente el proceso: “se duerme tu cambá bolsa borracho con vino dulce de guaporú”. Creo, si no me equivoco, que los versos son de González Vedoya. En un tercer paso el paisaje geográfico y humano en las resonancias internas del autor vuelven a dar un giro sobre sí mismas para investirse de poesía por medio de recursos que aunque los describamos con la frialdad de un entomólogo despanzurrando langostas, jamás podríamos llegar a transferir la emoción que implican: ¿qué nos dicen si no aliteración, metáfora, metonimia, paranofrasia, metadiégesis? Dicen poco o casi nada salvo que entre en el campo de los expertos, pero al común de los mortales les suenan a tecnicismos cuando no a pornografía. En esta tercera etapa nace la poesía en toda su actualidad y no como estado potencial en las dos fases anteriores. Para ejemplificar, el archivo chamamecero me resulta estrecho, la falta de coalición inteligente entre músicos y poetas decayó en indigencia en nuestra zona: tenemos por un lado música de jerarquía como la de los hermanos Flores y por el otro un contenido poético menesteroso que desmiente el nivel musical. Vayamos al tango porque aunque se pueden separar estos dos niveles (música y letra) cuando entre ambos se da la unidad tan esperada impregnan lo íntimo de cada uno con la fuerza de gotas de oro cayendo en un estanque de cristal. En el tango “A Homero” escribió Cátulo castillo “Eran tiempos de cercos y glicinas /  de la vida en orsay y el tiempo loco / Tu frente triste de pensar la vida / tiraba madrugada por los ojos”. ¿Se puede describir un hombre atribulado con tanta precisión como pocas palabras? Empieza con la evocación nostálgica del barrio que ya no es, del tiempo devorado por el tiempo y después en ese mínimo retrato de Homero Manzi el poeta que nos lo venía escatimando,  lo devuelve eterno. Podrán pasar siglos pero la lectura de estos versos seguirá envuelta en las sugerencias de un significado que va más allá de lo que enuncian. En “Garúa” el poeta Enrique Cadícamo describe una típica noche de invierno porteño, el frío, el viento, las calles solitarias “y en esta noche tan fría y tan mía / pensando siempre en lo mismo me abismo / y aunque quiera yo arrancarla o olvidarla / la recuerdo más”,  hasta aquí nos acompaña ese segundo momento en el que el ámbito exterior (la noche de llovizna) y el interior (la soledad) se confunden e identifican; pero Cadícamo da un paso más. Describe su lento caminar por la acera, compara su corazón con una tapera a la que el olvido de la mujer que ama atravesó abriéndole una gotera. No olvidemos que afuera, en la calle sombría de invierno, está lloviendo también. En ese momento Cadícamo inviste la música de poesía: “Garúa, / tristeza, / ¡Si hasta el cielo se ha puesto a llorar!”. Podrán pasar los años transformándose en siglos y milenios pero mientras haya una sola criatura como la humana, sensible a la humillación, el desprecio y el abandono, estos versos seguirán diciéndole exactamente lo mismo que nos dicen hoy a todos nosotros. ¿No es eso acaso la eternidad? ¿El tiempo inmóvil? ¿El arte, que no muda como la materia de la que está hecho? Tratemos de explicar por qué estos inquietantes versos de “La última curda” de Cátulo Castillo, nos dejan una impresión extraña de atravesar la nebulosa de una borrachera? “¿No ves que vengo de un país / que está de olvido, siempre gris, / tras el alcohol…?” En “Desencuentro”, el mismo Cátulo Castillo en una agobiante confesión de pesimismo no alcanza a describir el ambiente porque la poesía se impone: “¡Qué desencuentro! / Si hasta Dios está lejano, / Quisiste con ternura / y el amor te devoró / de atrás, hasta el riñón, /se rieron de tu abrazo / y ahí nomás / te hundieron con rencor / todo el arpón. / Amargo desencuentro / porque ves que es la revés / creíste en la honradez / y en la moral, ¡qué estupidez!, / por eso en tu total / fracaso de vivir, / ni el tiro del final, / te va a salir” ¿Puede alguien denunciar con tanta profundidad la traición, el desengaño, el conflicto entre el bien y el mal, entre el deber y el hacer? ¿Puede perder vigencia esta inventiva  feroz? Tal vez sirvan para sanar tanto pesimismo los versos de Homero Manzi en “De barro” “Y hoy que no vale mi vida / ni este pucho de cigarro / recién sé que son de barro / el desprecio y el rencor / vuelven tus ojos lejanos / con el llanto de aquel día / pensar que puse en tus manos / una culpa que era mía”. Los verdaderos poetas del tango reniegan de las descripciones pintorescas, saben que los vestidos celestes y las pilchas domingueras y las orquídeas en flor son simples detalles ornamentales de los que pueden prescindir porque no les interesa enviar postales turísticas para describir su mundo. ¿Será que el  mundo del arrabal porteño es mucho menos simple que los naranjales correntinos? ¿O será que el arrabal encontró su voz en escritores y escritoras que supieron traducirlo en poesía sin necesidad de tomar por asalto el diccionario Peuser? Busquen una sola palabra extraña en los fragmentos que les facilité y no la encontrarán. Con la simplicidad de la verdad, nos dijeron las cosas más crudas y más sublimes. Y esto desafiará al tiempo, al desgaste, a la usura de los siglos. Seguirá teniendo un significado dentro de mil años cuando haya un ser sufriendo o maravillándose. Los atuendos, las carretas, la toponimia correntina, el amorío banal de los nuevos conjuntos chamameceros pasarán con el tiempo, porque están hechos de una sustancia endeble que no resiste las comparaciones con la verdad de la poesía. Con esas versificaciones, glosas y palabras atadas que tejieron los amanuenses del chamamé se cumplirá la profecía de Cadícamo: “Muchachos, todo se lo ha llevado el almanaque, / todo, todo ya se fue…” No resistirán la ordalía del tiempo o quedarán como esos fósiles prehistóricos expuestos al público como objetos de distracción. El tango está en la eternidad inmóvil, ya nunca nadie podrá devaluar su forma; por desgracia nuestro chamamé (recuerden que siempre estoy refiriéndome a las letras) se quedó en el camino y será arrasado por el paso del tiempo que no perdona héroes ni traidores; todos sucumben en el tormento de su cruz. Todo se lo llevará el almanaque, todo, todo se irá. Alejandro Maciel. (Fragmento de "La salvación después de Noé") 


[1] “Pobrecita”, lo aclaro porque nadie está obligado a leer guaraní.  

 

¿QUÉ ES LA ETERNIDAD?

 

¿QUÉ ES LA ETERNIDAD?

Como ya lo advirtió el genial Borges en "Historia de la eternidad" para rastrear qué es la eternidad hay que remontarse a los griegos que si no fundaron la civilización, la dotaron de un pensamiento sistemático basado en la lógica que nos demanda la razón.

¿Qué significa la frase tan manida: "en el principio de los tiempos Dios creó...."? No hay Biblia, breviario o misal que no la reitere con una convicción indigna. ¿Alguna vez nos detuvimos a analizar seriamente lo que acabamos de leer en sinagogas, mezquitas y basílicas? La frasecita nos está diciendo que el tiempo tuvo principio, ¿y antes, qué? ¿No había tiempo? ¿No había un antes de..? ¿Con qué se inauguró el primer almanaque? ¿Antes de qué? Creo que en ése "qué" radica la respuesta y el problema.

Ya sabemos que llamar "problema" a una cuestión es anunciarle un solemne discurso para justificarlo; si ustedes me permiten yo cambiaría eso y les diría: ¿qué les parece si tratamos de ver qué es ese qué? Ya les comenté que un aracnoidoma me usurpó ¼ de cerebro y aunque histológicamente benigno, resultó ser maliciosamente moral. Cuenten con un hombre lisiado mentalmente frente a un teclado y ya sabrán a qué atenerse. Pedí ayuda a mis amistades para censar la opinión que tiene la gente acerca de la eternidad. Amanda identificó la eternidad con la conciencia de sí mismo: "en tanto tenga conciencia, uno es eterno" sentenció. Carolina recurrió al argumento circular quizás porque el embarazo la volvió platónica. Pilar Romano opina que la idea es como un filo de navaja que está entre lo sagrado y lo profano, entre lo ilusorio y lo real y que caminarlo puede cortar en dos al intrépido que se atreviere. "La siento como una sombra blanca bajo la cual todo se vuelve ilegible", escribió supongo que tratando de decir que no se puede describir con palabras, que es inefable. Disiento. Creo que todo se puede decir con palabras porque la capilla de Wittgenstein me dijo que "los límites del lenguaje son los límites de la realidad" y lo que está fuera de la realidad pertenece a la ficción y todos sabemos que la mejor ficción se hace con palabras. Volvió a la carga Amanda como era de esperar y declaró como en un parte policial: "no hay felicidad en la eternidad, se necesita saber que todo sentimiento es efímero para vivirlo en plenitud; aunque los enamorados/as necesiten creer que su amor durará eternamente  es un engaño más porque de antemano presienten que ninguna emoción dura el tiempo suficiente para ser eterna ni siquiera a la pequeña escala del mapa humano" Asegura que si tuviésemos conciencia real de la eternidad y la aceptáramos, enloqueceríamos al instante. Me jura que fraudulentamente jugamos a la eternidad como hacen los niños con sus rondas o los indígenas pidiendo lluvias "la eternidad no es más cierto que todo eso". Según Amanda, la felicidad necesita un marco de tiempo para existir y que si la enviásemos a la eternidad se disolvería de inmediato. José Vicente se queja porque "el tiempo pasa muy deprisa y si la eternidad nos espera, sería mejor que no se apurara tanto".

"En el principio de los tiempos" alude a un día cero y éste, a su vez a un antes, una víspera. Pero la víspera es tiempo y antes del principio se supone que no había tiempo, ¿y qué había en su lugar? ¿Nada? ¿Dios? ¿Vacío? Las mitologías antiguas (desde la súmera a la griega) consienten la existencia de un antes en forma de caos; algo lleno de desorden como mi dormitorio que un buen día mi tía Valentina viene a ordenar. Pero mi tía Valentina no funda mi habitación, funde la confusión imponiendo un orden: que mis camisas estén en el placard y no bajo la cama, colgadas de la puerta o sobre el equipo de sonido. Pero un segundo antes de entrar en mi habitación las cosas ya estaban allí en un estado de confusa alegoría y la acción de mi tía les devuelve su identidad al ubicar cada una según su función. Una camisa ya limpia y planchada en el placard sirve para vestir, bajo la cama oliendo a sudor no sirve más que para tildarme de puerco como hacen casi siempre quienes ven mi recámara. Pasemos por alto esta teoría del caos porque aunque es ingeniosa esquiva el problema del "qué" que buscamos. Ya sabemos que para los griegos algo llamado Todo precedía al Demiurgo ordenador que, llámesele Urano, Zeus, Cronos, Júpiter romano, no era más que un mayordomo del Todo a quien le debía autonomía. Es decir, hay "algo" anterior al dios ordenador así como hay algo en mi dormitorio antes de la entrada triunfal de mi tía. Como ya verán el atento lector, la ingente lectora, es casi imposible destrabar la mita entre eternidad y religión. Ni los griegos que inventaron la razón para relegar el pensamiento mágico al atrio del templo pudieron rehusar los mitos para explicar la eternidad. El Cristianismo recogerá las cenizas de toda la mitología de la Antigüedad buscando una nueva fórmula para explicar ese famoso "qué" detrás del cual andamos a tientas. Para el monoteísmo Dios no es un simple artífice que organiza el caos: el mundo depende de Él, no es sólo el primer motor inmóvil; también es la causa del motor, su combustible y su efecto. La Biblia también nos habla de la creación en dos confusos episodios del Génesis. Pero los Padres de la Iglesia tuvieron a bien separar la creación del mundo por un lado y el inicio del tiempo por el otro no habiendo por qué identificarlos ya que Dios, la luna, otros astros, la multitudinaria población de estrellas, la piedra pómez bien podrían preexistir al mundo sin escándalo para nadie. Olvidémonos del Demiurgo del "Timeo" platónico, que no es más que el regisseur de la puesta en escena de la creación.  Viene en mi ayuda el solícito padre  A. D. Sertillanges, O.P. (L`idée de création et ses retentissements en philosophie)[1] ¿Por qué resulta tan difícil pensar en un tiempo sin tiempo? Primero porque sin movimiento y sucesión no hay un antes, un ahora, un después. Si todo se mantuviese inmutable repentinamente, si los pétalos de la rosa siguieran estando en el mismo sitio en vez de caer indecorosamente pasados tres días, si los planetas cesaran de rotar y trasladarse, si un cuerpo muerto en vez de degradarse a carroña se mantuviese íntegro (es lo que persigue la momificación, de un modo imperfecto), si no se sucediesen sol y luna, estaciones y mecanismos newtonianos, ¿cabría seguir hablando de tiempo?

Suponiendo que colaborasen con nosotros los espirales de acero, las ruedas catalinas y las pilas bombardeando el cristal de cuarzo y en consecuencia la parálisis de relojes fuese general, ¿con qué mediríamos el tránsito de esto a aquello? ¿En qué fe fundaríamos los días y los meses? En este mecanismo atascado de forma tosca podemos intuir por un instante lo que podría ser la eternidad por la que imploramos en las exequias de cuanto amigo y familiar se nos adelantó. "Nosotros sólo conocemos el incesante cambiar de las cosas" predica el padre Sertillanges, repito, escribo, y recuerdo que Kant propuso como requisito[2] del formato de nuestro conocimiento su ubicación en el tiempo y en el espacio. "Es imposible, nos desafiaba Kant, lo recuerdo, imaginar algo sin referencias espaciales, igualmente no se puede pensar acontecimientos fuera de algún tiempo aunque éste sea indefinido" o mitológico como el de las religiones. El padre Sertillanges nos persuade diciéndonos que "únicamente conocemos entes creados, aunque fueren imaginarios". Supongamos la existencia de mi belleza, a pesar de ser visiblemente fantasma, alguien la pensó, equivocadamente. Hace falta realizar un gran esfuerzo para superar la forma habitual de pensar en base a lo conocido para tener alguna noción de la eternidad que es desconocida para todos. Decir "antes de todos los tiempos" resulta desatinado. No hay un "antes de todos los tiempos", o son todos y entonces estamos en la eternidad que no tiene  antes, o son algunos y entonces quedan otros que podrían ser previos o póstumos.

Huelga decirme que si está leyendo este párrafo detesta las matemáticas mi querida señora, mi lúdico amigo, pero a veces no queda otro modo de exorcizar dudas. Pensemos juntos: si el universo es finito hacia atrás, es decir si hurgando en su pasado podemos hallarle un nacimiento, hemos llegado al día cero como lo hiciera el sagaz arzobispo anglicano James Ussher, del Condado de Armagh quien en 1650, basándose en cálculos que involucraban desde las edades de los patriarcas y reyes de Israel hasta el éxodo de Egipto, llegó a esta conclusión: Dios creó el mundo al atardecer del domingo 23 de octubre del año 4004 A. de C aproximadamente a las 18 horas.

Sus Annales veteris testamenti, a prima mundi origine deducti fueron publicados para ser corregidos por John Lightfoot, otro irlandés que sin embargo sospechaba que algunos errores cometidos por monseñor corrieron la data. Lightfoot estimaba que la creación sucedió en el equinoccio de otoño del año 3.929 A. de C. Ya ven mis cautos lectores la utilidad que daban los irlandeses a las operaciones algebraicas en el siglo XVII. Aceptemos la edad del mundo firmada por el arzobispo. A los 4004 años habrá que agregarle los 2.007 que hace que enterramos a Jesús y nos queda la bonita edad de 6.011 años para el maravilloso universo si no olvidamos que en el relato del Génesis el Señor incluye "los astros, el cielo, la luz" elementos que no son exclusivos de nuestra madriguera. Aplicando el método de Zenón de Elea al curioso dato curial, podemos objetar a monseñor que es imposible que hayan transcurridos los 6.011 años ya que para llegar a sumarlos, antes deberían haber transcurrido 3.005,5 años que a su vez necesitarían de 1502,75. Pero antes, hubieron de pasar 715,3 años que sin embargo no sucederían hasta que se haya consumado el paso de 375,6 que requieren de 187,8 previamente. No pasarán estos 187,8 si antes no han transcurrido 93,9 (ya resta sólo un siglo) que tardarían 46,9 previamente. Pero antes de arribar a este término deberían haber transcurrido 23,4 años y todos sabemos que antes necesitaríamos el paso de 11,7 aunque tampoco podremos verlos cumplidos si el pasado no se llevó antes 5,8 años. Para contar en un almanaque esta cifra, antes deberían haber pasado a ejercicio vencido 2,9 años que a su vez exige 1,46 antes de fecharse; pero este año,46 no finalizaría si antes no se agotó un 0,73 anual que anticipadamente debió haber gastado 0,36 de un año no sin antes dar por culminado 0,18 del año. Para gastar este 0,18 requeriríamos clausurar el 0,09 que lo precede y éste un 0,045... supongo que a estas alturas mis pacientes lectores ya habrán presentido que la sucesión es infinita como infinito es el término que suponemos para llegar al archifamoso día cero al que las operaciones algebraicas eluden sin tener en cuenta que desmienten descaradamente las penosas investigaciones de monseñor Ussher. Podemos no obstante recurrir a otros cálculos; por ejemplo, si tomásemos esta última cifra 0,045 que es la fracción de año en la que nos detuvimos (recuerden que la precesión podría continuar indefinidamente) al realizar los cálculos sabemos que se trata de 16 días, con 10 horas y 12 minutos. Pero antes de extinguirse en el pasado este tiempo necesitaría de 8 días con 5 horas y 6 minutos, que no podrán prescribir si antes no acabaron 4 días con 2 horas y 33 minutos. Antes, ya que retrocedemos, solicitaríamos computar 2 días con 1 hora y 16 minutos y 30 segundos.



[1] París, Editions Montaigne, 1945.

[2] En la teoría del conocimiento, esto sería relativismo antropomórfico.

LOS ESCRITOS DE ALEJANDRO MACIEL

LOS ESCRITOS DE  ALEJANDRO MACIEL

(FRAGMENTO DE LA NOVELA "CULPA DE LOS MUERTOS" próxima a editarse por ÍNSULA LIBROS, BARCELONA)

Cuando te pregunten ¿quién es el responsable de toda esta matanza?, diles muy quedo pero muy firme: “culpa de los muertos”. Ellos en su paz ya no se pueden defender y a ti te dejarán en paz con ellos. Ese es el catecismo del cementerio, hijo. No hay más preguntas. 

Corrientes, Argentina de los fines de los 70. Un grupo de estudiantes de medicina buscan las respuestas que los cadáveres en disección no pueden darles en los libros de Proudhon, Marx, Hegel. Las sirenas de los patrulleros gimen a medianoche. Un cura se suicida en la Catedral. Uno a uno van desapareciendo los estudiantes, capturados por la fuerza pública. Sobrevive Alex que desde el recuerdo de la pesadilla está narrando la historia de aquellos tiempos de sangre a un muchacho, hijo de diplomáticos que vino a la Argentina después del desastre. En el recuerdo se mezcla la historia con la vida, la muerte y la eutanasia, así como la vida entra en la historia.

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El rector de la Catedral se suicidó en noviembre del ’79 de un tiro en la boca, en la sacristía. Lo llevaron de urgencia al Hospital Escuela, pero no hubo caso, ya estaba muerto cuando llegó. El director del Hospital corría de un lado a otro recibiendo llamadas y tratando de esquivar a los periodistas que llegaban como hormigas pero al final no pudo evitar dar un comunicado y ¿sabés con qué salió? Que monseñor se accidentó limpiando un revólver. Un disparate de pies a cabeza. Es más difícil explicar qué hacía un cura con un revólver en la sacristía de la Catedral que decir simplemente “se suicidó, es un hombre como cualquier otro y la depresión no distingue sotanas de pantalones”. Pero no, el tipo era uno de esos abnegados jesucristianos que se creen en la obligación de mantener limpia la cara de la Iglesia pase lo que pase. ¿Te imaginás? Monseñor con una calibre 45 limpiando el cañón, pero como decía el arzobispo López con voz aflautada “para defender a Dios también hacen falta las armas”. Y yo pensaba mientras tanto: “es más fácil morir por Dios que vivir por Dios”. Pero ya estaba a la vista que el arzobispo y yo pensábamos distinto. ¿Por qué se mataría un cura, Ale? ¿Estás seguro? Monseñor Santana era un hombre enigmático, lleno de contradicciones. Alto, delgado, con el pelo entrecano cortado a lo militar, ojillos apenas abiertos, oblicuos; siempre vestía el hábito aunque por entonces los curas ya preferían salir a la calle con pantalones y camisas, pero Monseñor, jamás. Hablé con él varias veces, tenía un modo esquivo de mirar sin ver, siempre parecía estar atento a algo más allá de las palabras. Se movía con la lentitud de quienes miden cada paso. Nunca empezaba un diálogo, se limitaba a responder frases cortas, concisas. ¿Estás seguro Ale que se mató? Lo único seguro en esos tiempos era la “Doctrina de la Seguridad Nacional” que inventaron los milicos de la Junta para maquillar la cara del gobierno de facto. Hacíamos las prácticas en el Hospital Escuela, era inevitable enterarse que el cura entró suicidado. Y nadie entendía nada; ¿no era renegar de su fe y de su vida al mismo tiempo? Pero en Corrientes pasan esas cosas, los curas se vuelan los sesos, delatan a los fieles que les confiaron secretos en la confesión de los pecados para la confección de las listas de la muerte. Después la conciencia será que muerde y remuerde. Yo sé bien lo que es dejar una muerte inconclusa, ¡si me lo habrá enseñado mi hermana~feto~cadáver! A quien no me cansaba de arengarla: “tratá de fallecer mi amorcito, duele verte así, te quiero demasiado para soportar tu humillación en ese cuerpo desalmado” Y ella que no. Qué digo ella, si no sabía lo que hacía porque no era más que un títere de ese Dios al que levantamos catedrales. Eran tiempos de tiburones en el estanque argentino, Agop. Las aguas enrojecidas del río de sangre hirviente del séptimo círculo del Canto XII de la Commedia: el castigo a la violencia contra el prójimo. Ríos de odios como en los tiempos de Rosas cuando el disenso era traición y el pobre Genaro Berón de Astrada terminó degollado por las hordas federales del monstruo de Palermo. Todas las mañanas en mis oraciones le agradezco a Dios que no exista, Agop. Decían que el padre Santana traficaba datos, que había delatado a varios integrantes de sindicatos y gremios que después desaparecieron misteriosamente. En esos años la gente desaparecía en la Argentina. Vos viniste en….. 1992. Ya era otro país, la resaca de aquel dolor de cabeza. Pero en esos tiempos dejabas a una amiga en una esquina, ibas a buscarla de nuevo y había desaparecido. En la casa no estaba, en la facultad tampoco, en… ningún sitio. Esa subversiva, delincuente y marxista-leninista tuvo que ser borrada del mapa. Años antes volaban los milicos como esquirlas porque el Ejército Revolucionario del Pueblo puso una bomba bajo la cama del general fulano. Unitarios y Federales dividiéndose la carroña de un cuerpo gangrenado de país dejado en manos de adolescentes.  ¿Cómo llegaron a eso? Te explico si puedo; en tiempos del feudalismo la cosa estaba clara aquí en Latinoamérica: los señores latifundistas tenían los títulos de propiedad y los demás jugaban a sobrevivir. ¿Feudalismo?, que eso fue en la Edad Media. Para ustedes, Agop. España nos mandó la Edad Media de Felipe IIº con su melancolía católica y su Santo Oficio. Pero vamos más adelante, hasta 1930 en Paraguay y parte de Argentina existía esclavitud en los yerbales, en la Patagonia y los quebrachales del norte. En Corrientes tuvimos un príncipe elector que se llamó Juan Ramón Vidal y gobernó hasta cansarse, fue legislador nacional y digitaba los sucesores en el gobierno de la provincia, se murió con el dedo parado señalando a un delfín politiquero como él. Esos caudilletes enfermaron la paz pública, Agop. Ya te dije que “paz” no es sólo ausencia de guerra. ¡Y ahora tienen monumentos en las plazas! La democracia es un cartón para desfiles, el feudalismo seguía manteniendo la tierra hasta que nació la burguesía con la inmigración. Te imaginás que los europeos y los turcos, por brutos que fueran los que inmigraban, no iban a recular diez siglos. Todo esto me explicó Juanca y no sé de dónde sacó tantos datos pero todo encajaba más claro que las doctrinas del catecismo. Los gringos empezaron la compraventa y las primeras industrias; acumulaban las ganancias los hijos de perra porque al no ser patricios les importaba tres carajos las apariencias y en vez de comprarse mansiones juntaban metálico. ¿Y cuál es el principal de los tres pilares de la riqueza de las naciones según el pope Adam Smith? El ahorro, que va formando el capital. El otro es el trabajo, y a los gringos no les asustaban las azadas ni los tractores. Le daban de sol a sol. Faltaba el tercer pilar que es la propiedad, pero te imaginarás que los señores feudales necesitaban mantener la imagen y el trabajo no era su fuerte. Terminaron vendiendo las tierras que había parcelado Jehová a los advenedizos que se fueron apropiando de los títulos y con las cuentas en los bancos, ¿quién no podía comprarse un cargo en el Senado que nunca estuvo sanado para proteger la hacienda? Mientras crecía la producción amentaban los obreros pero ahora el panal tenía nuevos dueños. Cada vez se abría más el abismo entre los amos y los esclavos hasta que vino Irigoyen que terminó caduco para cederle el liderazgo a Perón. Estamos enfermos de caudillismo porque nunca entendimos que primero deben gobernar las leyes y después los hombres, Agop. El gran reconciliador Juan Domingo Perón empezó bien, se ganó a las clases necesitadas y quiso usarlas como fuerza de choque para instalar un autoritarismo criollo con mezcla de nazismo, toques de asistencialismo a los más necesitados, repartija de prebendas y algunas leyes de tono socialista, o sea, la Biblia y el calefón en el living-room. Terminó con todo el circo de la persecución, el exilio, Puerta de Hierro, la bataclana y el brujo postergado. Desde España el líder exiliado llamaba a los de centro, a los de izquierda, a los de derecha, a los de arriba y los de abajo; todos en la misma bolsa. Uno se pregunta ¿qué quería Juan Domingo rejuntando tantas fuerzas? Creo que desde don Juan Manuel nadie concentró tanto poder con tan pocas ideas. La política es el arte de organizar los odios entre clanes y para eso estaba La Santísima Trinidad de Juan, Estela y José aterrizando en Ezeiza para salvar al país en 1973.  De allí en más, como el tango “cuesta abajo en la rodada” no paramos de caer, siempre parece que tocamos fondo pero no, descubrimos que se puede llegar más bajo, y más después de todo el espacio es infinito. En el ’76 los caballeros de las botas y las espadas le dieron el último empujón a la Presidenta-sirvienta y se instaló el Terror de Robespierre. Dos bandos se masacraban unos a otros, los del ERP y los milicos con la mayoría de la gente en el medio como rehén de la violencia descontrolada.

La guerra es la ciencia de la destrucción.

by alejandro maciel, 2005. 

 

LA PASIÓN SEGUN SAN ATEO

LA PASIÓN  SEGUN  SAN  ATEO

TRES  TRISTES  TRAVESTIS.   En la escalinata del “Hotel Neill” mariposean sombras andróginas desde el crepúsculo. Cuando la Dueña -un viejo marica amojamado, de palidez raquítica y voz de institutriz- se apresta toda neurótica ovillándose los cabellos, la calle Tacuary es un río de barullos, motores, hollín y cláxones. Presagia el ajetreo de las mil y una noches trucidadas una por una con las aspas del desvencijado ventilador de techo del líving-room, que en su traqueteo rebana rodajas de luz y de sombras.Amarilla, la trompa del taxi se comide aparcando junto al cordón de la vereda, ronronea, tufa, tose carbón; deja colar las voces de las pasajeras que discuten la tarifa del viaje. Se abren las puertas con un clac-clac cuando la Dueña -nerviosísima- junta las manos en una súplica teatral como de santa jesuítica, parada en el vano de la puerta. -¡Ya vienen, ya vienen las canallas! -dice, abriendo desmesuradamente los ojos como quien ve en sueños su propia defunción.  

                           COITUS     INTERRUPTUS  UNO

 Turio: A ver, autor. ¿Qué significa esta función de varieté dentro de mi historia?Alejandro: Su historia es el texto del contexto.Turio: No me vengas con esa jeringoza semiótica de secundario. A mí, no. Sin mí, no hay novelita ¿sabés?Alejandro: Quiero decir que antes que hablar de usted están hablando los demás con usted. Supongamos que Turio es el nudo, pero la madeja tiene atrapada más gente. No pretendo escribir su biografía.Turio: ¿Y qué tienen que ver estos travestis en mi vida?Alejandro: No me obligue a recordarle que usted visitaba cierto local lleno de locas.Turio: ¿Ahora somos moralistas también?Alejandro: No. Cuando abrimos un cadáver nos olvidamos del mal. Buscamos la enfermedad como algo natural, que está a la vista. ¿En la autopsia se descubrió un cáncer? Podemos ser fatalistas y decir que el tumor mató al pobre hombre. O podemos verlo como una carrera entre los tejidos normales y el tejido tumoral. Ganó el cáncer 1 a 0. Eso es todo.

Turio: Seguí con tu historia, loco.

SIGUE LA HISTORIA, Y LA HISTERIA...  Toda cubierta, sepulta entre cajas cilíndricas, entreverada al ras de telas que sisean y cuelgan, desembarca la Capona rezongando.-¡La mierda que sale un ojo de la cara viajar en esta porquería! -putea a diestra y siniestra con un gorjeo chillón y acelerado. El taxista mira lejos, como a otro planeta; cuando aspira el humo de su Camel, sube la papada rechoncha, traga saliva, tuerce un poco los mostachos sin decir nada -y para colmo, señor, me hiciste saltar todo el camino que tengo las tetas por mi cogote.-La calle está destrozada -interviene  Déborah, que oficia de maquilladora y continúa arrellanada en el asiento delantero gesticulando mientras escarba en su monedero buscando cien guaraníes.-¡Hay, chicas, se hace tarde! -se desespera  la Dueña, toda contrita y manoteando un aleteo  como de albatros con el que apura. Compele. Apresura. Urge. Hace una venia asomando los ojos bajo la mano izquierda para ver mejor. Cuchichea algo para sí misma.Hecha una tromba, agitadísima y al mismo tiempo oronda, portando una cabeza de telgopor -alto el cuello, modigliniano- que orna una peluca toda bucles y viboreos dorados, desciende del automóvil la Coiffure. Cuando apoya el primer pie en la vereda ya se sabe que su taco alfiler punza el cemento.Tras los portazos que sacuden el Peugeot -impávido, el taxista sigue fumando- bajan a cual más majestuosa y regia las tres manolas / las que se van al quilombo / las tres y las cuatro solas’  a las que recibe la Dueña en el rellano, acusando con el índice su reloj pulsera y agitando la otra mano, como quien se quema sin querer.                                     

                                          Mise   en   scène

  Todos los viernes el mismo rito: ya suben los peldaños primero la Capona, después la Cosmetóloga y por último la Coiffure, bicéfala. Acuden a un pesebre donde no un Dios será hombre sino un hombre será mujer, madre de todos los dioses. Son tres reinas magas venidas del oriente de los bajos siguiendo la luz de una estrella ilusoria, de neón, trayendo la pericia y el ajuar para la Transformación. Adentro, nervioso, bebiendo un té de boldo, aguarda hecho un ovillo el profesor Octavio frente a un espejo dorado que enmarca una corona de lámparas de 40 w.El Asistente de la dueña va y viene convidando un Tranquinal 2 (que no se le niega a nadie), caldo de gallina tibio en su cazuela de barro, vermouth a sorbos y alguna que otra golosina para acortar la espera de las azafatas. -¡Ya era hora, manga de tilingas! -reconviene el profesor Octavio cuando las ve llegar.-¡No sabés lo que era el tráfico! -se defiende la Estilista posando su cabeza portátil y empelucada en una consola donde la Dueña apronta el arsenal para el vituperio de las formas.

-¿Empezamos el montaje? -inquiere, toda asustada.

  Primero despojan la indumentaria del docente: la camisa blanca, la corbata azul, los pantalones de línea italiana, las medias, los mocasines, el anatómico blanco. Prestas, solícitas, empiezan la conversión. Con la pinza digital -índice y pulgar- la Cosmetóloga ata un nudo gordiano que ahorca el glande del Profesor. Aplasta los testículos entre las piernas contra el perineo, jala del pene que agarrota una piola y lo cruza por el puente de las nalgas; ata el extremo del pájaro fláccido a un cinturón de Hipólita que la Estilista ciñó silbando polkas mientras la Capona, disimulando, peinaba una  falda de seda. -Ya está -avisa la Experta- escondida el arma que delata; esto  quedó más liso que una concha de verdad. ¿Quién se podría montar con un falo malo, duro como un palo?De una bolsa de hule tironean cinco medias bucaneras de nylon. Le enfundan las piernas depiladas al Profesor. Le enciman una tanga que en el orillo  lleva pespunteado un hilván de encajes negros. Con un refajo elastizado marca “Sehorinha” le hunden una cintura. La Estilista -toda neurótica, mordiéndose las uñas- rellena un par de soutiens con trapos. Con hilachas. Con torzales y estopa completa la teta. De una alacena hindú taraceada -tigres beben al lado de palomas en un oasis  de palmeras- hurgan potiches. Destapan, a cual más alborotada, los cachivaches. Con un emplasto pálido le untan la cara que blanquean íntegra borrando las cejas para volver a trazarla con un fino lápiz florentino, una pulgada más arriba y onduladas, a lo  Marlene Dietrich. Dibujan labios carnosos con un delineador color ladrillo y los  rellenan a base de  rouge que rutila como un frasco de cerezas. La Embellecedora, luego de rascar en su cartera,  poniendo los brazos en jarra indaga:-¿Ya estuviste tocando otra vez mi neceser, maldita negra? -mirando fijamente a la Coiffure- después una se vuelve loca buscando las pinzas de cejas, los invisibles, y las limas que me trajo el chino de Jon-Con. FRAGMENTO DE LA INTRODUCCIÓN DE "LA PASIÓN SEGUN SAN ATEO" novela de Alejandro Maciel sobre las perversiones sexuales.